El hambre y el apetito, ¿son lo mismo?
En el post de hoy, nuestro codirector Iker Martínez nos explica las diferencias entre hambre y apetito desde una perspectiva fisiológica, que te ayudará a identificarlo y tomar las mejores decisiones para lograr ese estilo de vida saludable que apoyamos desde Healthy Institute. ¡ESPERAMOS QUE TE GUSTE!
¿Qué nos lleva a la ingesta de comida?
La ingesta de alimentos es el último paso de un complejo proceso en el que interactúan distintos órganos de nuestro cuerpo, que envían y reciben señales para que se interconecten órganos tan aparentemente distanciados como pueden ser el intestino y nuestros sentidos.
Las primeras hipótesis que aparecieron alrededor de los factores que nos llevan a la ingesta de comida giraban en torno a la teoría glucostática, un planteamiento que se basa en la homeostasis metabólica. Dicha teoría propone que el déficit de energía en nuestro cuerpo (glucosa, glucógeno o grasa) genera la secreción de mediadores que indican a nuestro cerebro que tenemos una necesidad básica de supervivencia: comer para reponer nuestros almacenes de energía, generando hambre.
No obstante, a medida que hemos ido entendiendo mejor nuestro cuerpo, y especialmente nuestro cerebro, hemos podido observar que la ingesta de alimentos está condicionada por aspectos que van más allá de la homeostasis, como el estrés, el contexto social, la sobredisponibilidad de alimentos, el marketing o la necesidad de recompensa.
La homeostasis y el hedonismo
Podemos distinguir entre dos factores fundamentales, aunque no únicos, en la regulación de la ingesta de comida: la homeostasis y el hedonismo. ¿Qué sucede en nuestro organismo para que se produzca de esta manera?
En primer lugar, es importante diferenciar entre dos términos: el hambre y el apetito. Podríamos decir que la sensación de hambre está relacionada con esa regulación homeostática en la que, cuando vamos consumiendo la energía acumulada, el cerebro genera dicha sensación, empujándonos a procurarnos comida. El apetito, por el contrario, no tiene que ver con una necesidad homeostática y sí con todo lo que rodea a la ingesta hedónica de comida, lo placentero.
Para entender el hambre, debemos fijarnos en una zona muy específica de nuestro cerebro que se encuentra en el hipotálamo y recibe el nombre de núcleo arcuato. Es precisamente ahí donde llegan las señales hormonales que generan el cortisol y la grelina cuando tenemos un déficit energético o ayunamos. Una vez alcanzado el núcleo arcuato, comienzan a producirse otros mediadores (neuropéptido Y, orexinas y un péptido relacionado con la proteína agouti) que terminan provocando, entre otras, la sensación de hambre y un condicionamiento general de nuestro cerebro orientado a procurarnos comida. De hecho en ese momento, nuestros sentidos se vuelven más sensibles a las señales ambientales relacionadas con los alimentos, nuestros pensamientos se centran en estrategias para conseguir comida y se activa el movimiento hacia la procuración de alimentos.
Sistema de recompensa
Cuando hablamos del apetito entramos en un escenario diferente al de la ingesta alimenticia, aunque comparten algunos puntos. Los humanos poseemos un sistema de recompensa capaz de generar un estado de satisfacción interno como consecuencia de realizar algunas conductas orientadas a garantizar ciertos comportamientos. A este sistema se le llama mesolímbico, y en él se integran estructuras como el área tegmental ventral y el núcleo accumbens que, no por casualidad, tienen una relación muy estrecha con el centro regulador del gasto energético, el centro del hambre y otras zonas clave de nuestro cerebro.
La activación del sistema mesolímbico produce dopamina (de la cual puedes encontrar mucha más información AQUÍ). Es decir, que cuando realizamos una conducta que estimula la secreción de dopamina, nuestro cerebro memoriza esa relación causa/efecto entre la conducta y la propia sensación interna que genera la dopamina, sensibilizándose a la conducta.
Alimentos y dopamina
Curiosamente, los dos sabores que más dopamina producen en nuestro cerebro son el dulce y la grasa, que si los analizamos desde la perspectiva evolutiva, equivalen a energía de disponibilidad rápida (el azúcar, del que puedes encontrar un interesante artículo AQUÍ) y lenta (la grasa), esenciales para la supervivencia a corto y largo plazo.
Finalmente, cuando consumamos la conducta deseada también se produce una secreción de opioides en nuestro cerebro que generan placer y calma. Es decir, el azúcar y la grasa (con las particularidades de cada persona) terminan generando deseo (o adicción en una situación extrema), placer y una sensación de calma tras su ingesta (aquí encontramos el factor hedónico de la alimentación).
A medida que aumentamos el consumo de ese alimento que genera más dopamina y opioides en nuestro cerebro, más lo deseamos y más condicionamos nuestros sentidos a las señales que nos indican su presencia. Pero esto tiene una desventaja, y es que irá habiendo una adaptación en la que el número de receptores de opioides y dopamina disminuirán por sobreutilización.
Marketing y sobredisponibilidad
Es precisamente en este punto donde entrará el marketing y la sobredisponibilidad de alimentos. El primero de ellos, el marketing, trata de que nuestro cerebro se motive, o lo que es lo mismo, segregue dopamina, cuando ve la publicidad del producto que quiere vender. La sobredisponibilidad de alimentos por su parte, genera en nosotros la acción de comer al verlos; es decir, cuando abrimos la despensa y vemos el alimento que nuestra memoria asocia al placer, el cerebro segrega dopamina creando esa motivación hacia la ingesta.
Es evidente que estoy iene poco que ver con una necesidad homeostática de comida sino más bien con el lado hedónico que busca la sensación placentera.
Por tanto, la conducta alimentaria está condicionada por aspectos que tienen que ver con la homeostasis, la salud y el hambre, pero también con otros factores muy diferentes, como la obtención de placer a través de la comida.
Así que ya sabes, identifica las señales de tu cuerpo y toma las mejores decisiones para él. Como ayuda, te dejamos este artículo con 12 simples consejos para mejorar tu salud.
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Referencias
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