Relación entre las emociones, la ingesta y elección de alimentos
Hoy nuestro codirector Iker Martínez, te trae un artículo donde te habla del estado de ánimo y de cómo éste influye en la manera de relacionarnos con la comida, tanto a nivel general como individual, permitiendo incluso hacer clasificaciones en cuanto a tipos de ‘comedores’.
Las emociones
Son 5 las emociones que a día de hoy un mayor número de investigadores consideran básicas en los seres humanos: alegría, tristeza, ira, miedo y asco. Podemos definir una emoción básica como aquella que transculturalmente los humanos expresamos facialmente y que es identificable por el entorno.
Cada emoción engloba una triple función, conductual, social y motivacional, que evolutivamente nos ha permitido ir sobreviviendo como especie en contextos muy diferentes al que vivimos actualmente.
Además, gracias a las herramientas con las que contamos hoy en día, cada vez sabemos más de cómo y cuánto modifican nuestras emociones nuestra fisiología. De hecho, tenemos evidencia de algunas partes de nuestro cerebro se ven modificadas por nuestro estado emocional.
Sabiendo esto la pregunta sería, ¿podrían afectar los cambios emocionales a nuestra conducta alimentaria?. Seguramente que ya estés afirmando en tu mente, y es que intuitivamente, con nuestra propia experiencia, podemos darnos cuenta de que efectivamente nuestro estado emocional afecta en nuestra conducta alimentaria de diferentes formas. Como podrás imaginarte, no es un tema sencillo, así que vamos a ir paso por paso.
¿Qué tipo de comedor eres?
Las emociones y los estados a los que éstas nos llevan, pueden afectar a cualquier parte del proceso de alimentación, desde la elección del alimento, hasta su masticación, nuestra respuesta afectiva al mismo e incluso, al metabolismo y digestión de lo que hemos ingerido.
Con esta información, ya podemos ver la relación tan estrecha que existe entre la emoción y la alimentación, lo cual es importante conocer dado que en muchas ocasiones es la clave para regular ingestas excesivas o no deseadas de comida.
A la pregunta de si a todos nos afecta de igual manera los estados emocionales en nuestra ingesta, la respuesta es que no. Lo cierto es que hay una variabilidad muy interesante similar a la que relaciona el estrés y la conducta alimentaria.
De esta manera podemos encontrar:
- Comedores restrictivos (persistencia de patrones cognitivos y conductuales dirigidos a la reducción o mantenimiento de peso): son aquellos que responden con un mayor consumo de comida que los no restrictivos en respuesta al miedo y estados emocionales negativos. Hay dos teorías principales que tratan de justificar esta conducta: una nos habla de que el distrés emocional desinhibe la capacidad del individuo de autorrestringir la ingesta de comida y la otra relaciona el cambio con el foco de atención.
- Comedores emocionales: personas que de base utilizan la comida como estrategia de regulación emocional, tienen una mayor tendencia al dulce y la grasa como respuesta al estrés emocional.
- Comedores de atracones: tienden al atracón en respuesta a las emociones negativas.
- Comedores normales: cursan con bastante variabilidad ya que en el 43% de los resultados indican un aumento, 39% un descenso y 18% ningún cambio en respuesta a las emociones.
La intensidad de la emoción
Otros dos puntos a tener en cuenta dada su importancia son la intensidad de la emoción y la valencia de ésta. En cuanto a la intensidad, podemos observar que los estados de alta excitación, como son la tensión y el miedo, tienden a inhibir la ingesta de alimentos; mientras que los de baja-media excitación, como el aburrimiento o el ánimo depresivo, a aumentarla.
En cuanto a la valencia emocional, se refiere a si las emociones son positivas o negativas. Esto no se debe confundir con que la emoción sea buena o mala en sí misma, sino para la experiencia personal del individuo que está sintiendo esa emoción. Cuando la experiencia es agradable, hablamos de valencia positiva (como la alegría); mientras que si es desagradable (como el miedo, la ira, la tristeza o el asco) hablamos de valencia negativa.
En este sentido los estudios confirman lo que normalmente experimentamos en nuestro día a día, y es que las emociones con valencia negativa tienden a aumentar la ingesta impulsiva y nos lleva a elegir comidas muy palatales como el dulce y la grasa.
Por el contrario, las emociones de valencia positiva nos proporcionan un aumento del placer por la propia comida y, lo que es más importante, aumentan el consumo de comidas más saludables.
Tipos de alimentos
Llegados a este punto, tenemos claro que nuestro estado emocional modula nuestra conducta hacia los alimentos peor la pregunta ahora sería, ¿podría ser que el alimento produzca en nosotros una respuesta emocional?
De nuevo la respuesta es que sí, y en este caso no tenemos que complicarnos mucho. Si nos paramos a pensar, la experiencia emocional que genera masticar un brócoli recién vaporizado cuando lo comparamos con esas onzas de chocolate con leche, no tiene nada que ver, ¿verdad? Los estudios en este sentido son claros y muestran que los alimentos con sabores más dulces y los altos en grasa desencadenan una respuesta afectiva más positiva que el resto por la dopamina que genera nuestro cerebro al saborearlos.
Conclusión
Me gustaría concluir este artículo con un aspecto fundamental y es la regulación emocional. Después de todo lo visto, ¿podríamos encontrar en la regulación emocional una clave importante para aquellas personas que descontrolan su alimentación cuando hay desequilibrio emocional?
Pues parece que sí, ya que los estudios de Tech y Wiser utilizando la terapia dialéctico conductual para regular los estados emocionales en desórdenes por atracones disminuyó la dependencia de la comida en los pacientes.
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#behealthy!